Santiago, 20 de diciembre de 2016

Amigas y amigos:

Tal como nos recordaba Gonzalo Rivas, cuando en julio del 2015 el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo me hizo entrega del Informe “Ciencia para el Desarrollo de Chile”, planteé justamente la necesidad de hacernos cargo con especial cuidado de dos de las necesidades más urgentes de nuestros compatriotas: la situación delicada de los recursos hídricos y nuestra resiliencia frente a desastres naturales.

Por un lado, porque eran temas que estábamos viendo, hace rato que estaban emergiendo. Cuando el profesor De la Llera decía que eran “eventos de escasa ocurrencia”, yo pensaba que a los 15 días de entrar al Gobierno tuvimos el terremoto del Norte Grande; luego, 15 días después, el incendio de Valparaíso; luego tuvimos volcanes; luego tuvimos en Copiapó las inundaciones; luego, el año pasado, el 16 de Septiembre, tuvimos el tsunami y terremoto de la Región de Coquimbo, en fin. Y hemos tenido muchos otros eventos más.

Antiguamente, cuando uno era joven, se decía que un terremoto legitimaba un gobierno. En esa época, los gobiernos duraban 6 años, y era uno. Nosotros duramos cuatro, y ya llevamos dos. Y no queremos más legitimidad, desde esa lógica, digamos.

Pero más allá de esto que puede sonar como un chascarro, ha significado un esfuerzo enorme, con las condiciones que tenemos, responder lo mejor posible a nuestros ciudadanos.

Por eso nos parecía tan clave poder tener una mirada que incluyera no sólo la mirada habitualmente de la respuesta inmediata, por un lado, y luego la respuesta en el relativamente corto y mediano plazo, sino mirar como país y desde todas las perspectivas y de donde se está parado en las distintas ópticas, qué podíamos hacer.

Sobre todo, y hoy día, a la hora de almuerzo, veía la última entrevista que ha dado Nicholas Stern. Nicholas Stern, todos ustedes saben, probablemente que fue el que dirigió el grupo que hizo el estudio 10 años atrás, que le pidió el gobierno británico sobre cambio climático. Y él señalaba que se habían equivocado en las estimaciones, que esto avanzaba mucho más rápido, de peor manera que antes, que además, el costo estimado de la inacción, era también mayor que la que habían pensado y que la única luz de esperanza era el Acuerdo de París, en el sentido de que muchos países, efectivamente, respondieran a ese planteamiento.

Decía también que los científicos ahora estaban demostrando algo que uno olfateaba, pero no tenía el estudio científico: de que efectivamente el calentamiento global estaba teniendo una relación directa en la generación de varios desastres naturales.

Y, por otro lado, vi unos estudios de alguna instancia alemana hace un tiempo, que señalaba que Chile estaba entre los 10 países más vulnerables frente al cambio climático.

Y eso, entre otras cosas, tiene una clara definición, y si es que es así científicamente está comprobado, en desastres naturales, en el impacto que tiene sobre nuestros recursos hídricos.

Entonces, yo pedí eso, porque tengo la convicción de que la contribución de la ciencia, la tecnología y la innovación a nuestro desarrollo como país y a responder a estos desafíos tan grandes que tenemos, es irreemplazable.

Y, por si acaso, vamos a mandar el próximo mes el proyecto del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Pero no quisimos apurarnos más, porque queríamos que fuera bueno. Y ahí, nuestro Mario Hamuy tiene una tarea todavía, de aquí al plazo que nos pusimos, de seguir conversando con distintos actores.

Chile simplemente no puede darse el lujo de desaprovechar la acumulación de conocimiento, las aplicaciones, la experiencia nacional que ya existe, sino que no sólo valorarlo, sino también esencialmente potenciarlo.

Y eso es lo que hoy día nos reúne en torno a la entrega de estos dos informes, que ofrecen –no los he leído en detalle, pero de lo que he sido informada y de lo que hemos escuchado ahora-, una mirada integral y una hoja de ruta para encarar problemas y desafíos que afectan al territorio nacional de Norte a Sur.

Efectivamente, a uno le llama la atención, porque que hubiera sequía en el Norte, en la Región de Coquimbo, la falta de lluvia, la escasez de nieve, en fin, a uno le puede llamar la atención, pero cuando va a Chiloé, uno dice “bueno, aquí tenemos un problema”.

O cuando uno ve, cosa que es muy buena para el ministro de Agricultura, pero que en zonas donde históricamente no era así, hoy día hay mucha producción de berries y de una serie de otros productos frutales que no eran tradicionales.

Entonces, tiene su lado negativo y su lado positivo, pero sin duda demuestra que aquí hay algo que no es accidental, que llegó para quedarse, si no hacemos cosas importantes al respecto.

Entonces, era esencial el trabajo colaborativo entre academia, Gobierno, mundo privado y la sociedad civil, para definir las mejores maneras de abordar estos desafíos, que nos van a acompañar por años y, por lo tanto, tenemos que hacer mayores esfuerzos.

Chile es uno de los países con mayor actividad volcánica y sísmica del mundo, el país miembro de la OCDE más expuesto a desastres de origen natural. De acuerdo a una publicación del Banco Mundial del año 2015, un 54% de nuestra población y un 12,9% de nuestro territorio está expuesto a 3 o más tipos de amenazas de origen natural.

De la misma manera, sabemos que la matriz productiva nacional –lo mencionaba Gonzalo Rivas- es de uso intensivo en agua, en recursos hídricos. La minería, la agricultura y la industria forestal consumen grandes volúmenes de agua.

Y las repercusiones en las condiciones de vida de la población del crecimiento de nuestra economía son inevitables: en las últimas dos décadas, el consumo de agua para uso sanitario, agrícola e industrial se ha incrementado en un 160%. Y por contrapartida, sólo en camiones aljibe con agua para consumo humano para paliar el déficit –y el ministro del Interior lo sabe muy bien, porque vienen del presupuesto del Ministerio del Interior- se han gastado, este año, 43 millones de dólares o 33 mil millones de pesos.

Pero hay algo que quiero decir con todas sus letras: La escasez de agua y el efecto de los desastres naturales no tienen por qué ser una fatalidad en nuestro destino. Chile está frente a retos que puede enfrentar con iniciativas propias y con respuestas eficaces.

Hoy día, de hecho, el rector subrogante vino con un grupo grande de alumnos de la Facultad de Ciencias y Matemáticas y de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, que desarrollaron un auto solar. Y estuvimos viéndolo ahí, van a hacer todo un desafío de partir hacia Arica. Muy interesante, porque son alumnos, estudiantes, que están generando plataformas, opciones con otro tipo de energía.

El hecho de que tengamos la posibilidad de tener iniciativas creativas, propias y eficaces tiene que ver también con la manera cómo habitamos el territorio; con la rapidez con que adaptemos nuestro modelo productivo; con la manera en que hagamos buenas políticas públicas en vivienda, en agricultura o en infraestructura. Pero, finalmente, también con la manera en que sostengamos los esfuerzos e inversiones en el marco de la cooperación público privada para que la investigación y la innovación dialoguen en forma permanente con la sociedad.

Así que de eso se trata, y es ante ese llamado que muchos y muchas de ustedes dijeron generosamente presente, y se pusieron con la comisión, trabajaron y tenemos estos informes, que estoy segura van a ser un tremendo aporte.

Y para buscar soluciones innovadoras, bajo el alero del Consejo Nacional de Innovación y Desarrollo, se constituyeron estas dos comisiones de altísimo nivel profesional y académico, miembros de la sociedad civil también, que trabajaron con gran dedicación para entregar a Chile –porque me lo están entregando a mí, pero en representación para el país- los informes que acabo de recibir hoy.

Y gracias a la Comisión de Desarrollo e Innovación para la Resiliencia frente a Desastres de Origen Natural, contamos hoy con una estrategia con respuestas innovadoras, 14 tareas específicas articuladas en 4 dimensiones -las mencionaba el decano-: la dimensión social de la resiliencia, la proyección para el desarrollo, la simulación y gestión del riesgo, y la dimensión física de las amenazas naturales y exposición.

Es bien interesante: en la experiencia que a mí me ha tocado es que las comunidades que conocen mucho mejor, que estamos mejor preparadas, responden extraordinariamente bien. Hay casos donde, efectivamente, frente a tsunamis no falleció ni una sola persona porque tenían la preparación de cómo identificar un sismo de tal intensidad y qué es lo que tenían que hacer, sobre todo si estaban frente al borde costero. O lo que pasó en Coquimbo, en que todas las aplicaciones de los celulares, y yo no sé cuál es la razón de celulares per cápita en este país, pero es altísima, me consta, por las selfies, entonces, fue impresionante porque todas las personas que estaban en el borde de la costa recibieron la aplicación “evacúe, evacúe”. Y producto del tsunami fueron muy pocas las pérdidas de vida humana, mucho más fue producto de los efectos físicos del terremoto. Entonces, es claro cómo la tecnología, la innovación pueden ayudarnos en tantas cosas.

Y la otra tarea que hay que hacer, y me imagino que está también muy considerada, es la resiliencia social: “después de”, cómo trabajar con las comunidades para poder salir adelante de buena manera.

Se establece como tarea preocuparnos por la resiliencia de las líneas vitales y la infraestructura crítica, de las nuevas aplicaciones de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones, y de los modelos de alerta temprana, entre otros.

Por su parte, gracias a la Comisión de Desarrollo e Innovación para la Sostenibilidad de los recursos hídricos, se definen metas de aquí al año 2030: generar información y conocimiento de base para la sostenibilidad de los recursos hídricos; desarrollar y hacer disponibles las tecnologías que permitan aumentar su oferta y disponibilidad; y generar I+D+i para una gestión integrada de los recursos hídricos.

Y para eso, estructuran 4 líneas estratégicas: la generación de programas de I+D+i para la comprensión de los procesos hidrológicos; para la Gestión Integral de los Recursos Hídricos y para la comprensión de la relación agua-ecosistema, y generar desarrollo tecnológico para la Sostenibilidad de los Recursos Hídricos.

Estoy segura que las propuestas de estos 2 informes implican, por un lado, un análisis profundo de ello y la proyección para su puesta en marcha, pues constituyen mejoras innovadoras y desafíos productivos que deben ser asumidos por todos los habitantes de nuestro país.

Entonces, permítanme ir terminando agradeciendo muy sinceramente a todos quienes han sido parte de este esfuerzo, al CNID, a los miembros de cada comisión, pero además las decenas de personas que hicieron su aporte en subcomisiones o de actividades regionales.

Y detrás de estos informes, se encuentra el trabajo de decenas de personas que se han puesto de acuerdo en ideas y propuestas que tienen. A pesar de su especificidad, tienen un objetivo común: asegurar que las próximas generaciones vivan en un país más seguro frente a los desastres naturales y en el cual el agua sea protegida y usada de manera responsable.

Porque finalmente, yo diría que detrás de estos informes, en definitiva, hay un mensaje claro: que en la medida que unamos fuerzas, que nos propongamos objetivos comunes concretos, que sepamos crear más puentes entre Chile y sus talentos, y sus áreas de trabajo por el bien común, podremos mirar con serenidad y esperanza nuestro presente y nuestro futuro.

Nuevamente, muchas gracias.