20 de diciembre, 2016

Palabras de Gonzalo Rivas en la entrega de los Informes de la Comisión de Desastres y de Agua

Santiago, 20 de diciembre de 2016

Cuando el año pasado entregamos el informe de la Comisión Presidencial Ciencia para el Desarrollo toda la atención se centró en el tema del futuro Ministerio de Ciencia y Tecnología. Sin embargo, en el informe había otros desafíos, incluso más fundamentales, pues apuntan a fortalecer el esfuerzo que el país despliega para generar y sobre todo para aprovechar el conocimiento que necesitamos para construir el Chile que queremos.

Ese informe aboga por un incremento sustancial en la inversión que realizamos en ciencia, tecnología e innovación. Plantea, asimismo, que parte de este debe orientarse hacia ciertas áreas prioritarias. Áreas que sean relevantes para que avancemos en una senda de desarrollo sustentable e inclusivo, que apunten a la pregunta que nos inspiró: ¿de qué y cómo vamos a vivir los chilenos en el futuro?.

Al momento de entregar dicho informe, Ud. Sra. Presidenta, acogió nuestro llamado y solicitó al Consejo que presido, elaborar agendas de investigación, desarrollo e innovación en dos ámbitos clave para el país: Sostenibilidad del Agua y Resiliencia ante desastres de origen natural. En este acto, estamos cumpliendo con ese encargo.

Como Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo, en estos tres años, hemos avanzado en la forma de abordar temas clave para el desarrollo que queremos. Con estas comisiones, ya contamos cinco espacios profundos de reflexión, confluencia de miradas y búsqueda de consensos. El Consejo de Innovación, de esta forma, con su acción –perfectible y ampliable- ha mostrado lo relevante de cuidar espacios donde articular visiones y acuerdos sobre temas que nos preocupan y nos ocupan como país.

Asegurar la disponibilidad sustentable del agua y enfrentar el embate de los desastres naturales minimizando las pérdidas humanas y materiales –qué duda cabe- son dos grandes retos para Chile. El bienestar futuro de nuestra población estará fuertemente influido por la forma en que seamos capaces de abordarlos. Chile es uno de los países que está siendo más afectado por el cambio climático y sus efectos se notan con especial rigor tanto en la disminución de los recursos hídricos como en la mayor ocurrencia de eventos catastróficos extremos como aluviones, inundaciones o incendios. La población más pobre es la más vulnerable a las consecuencias negativas de estos fenómenos, lo que impone un deber ético en enfrentarlos eficazmente. Pero, ellos también afectan nuestra capacidad productiva y dañan nuestros recursos naturales mermando por consiguiente las posibilidades que tenemos de seguir progresando como Nación.

Nuestra apuesta es que, a través del uso expandido del conocimiento y la inteligencia, seremos capaces de ofrecer mejores respuestas a estos desafíos, e incluso podremos hacer de ellos una oportunidad de ofrecer valor al planeta a partir de lo que somos. El mundo de la ciencia y de la innovación quieren y deben movilizarse en esta tarea directamente vinculada al bienestar presente y futuro de los habitantes de nuestro país.

La generosa participación en las comisiones que prepararon estas agendas por parte de científicos, empresarios, miembros de organizaciones de la sociedad civil, de agencias y ministerios públicos, así como de representantes de un amplio espectro político, es testimonio de la voluntad de todos los actores de ponerse de acuerdo para que la Ciencia, la Tecnología y la Innovación beneficien a todos los chilenos. En mi calidad de Presidente del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo quiero agradecer el compromiso y trabajo que todos ellos demostraron.

Quiero ahora sacarme el sombrero de Presidente del CNID y ponerme el de la comisión que preparó la agenda de I+D+i para la sostenibilidad de los recursos hídricos.

La amenaza sobre la disponibilidad del agua es una preocupación mundial, que afecta a Chile de manera particular. Hace ya años que los efectos del cambio global se están dejando sentir día a día. . La disminución de precipitaciones, el agotamiento de fuentes subterráneas y el deterioro de ecosistemas son algunas de sus manifestaciones. Solo para dar una imagen: en el primer semestre de este año el Estado destinó cerca de US $43 millones en proveer agua a través de camiones aljibe a comunidades con sistemas de abastecimiento colapsados. Y ello no ocurre solo en el norte del país o en la zona central. También afecta a Chiloé, Los Lagos, Los Ríos, La Araucanía.

El acceso al agua es un derecho humano fundamental, y asegurar que todos podamos disponer de este recurso debe ser una prioridad. El agua es también fundamental en nuestra capacidad de producir y generar ingresos: prácticamente todas nuestras exportaciones usan intensivamente los recursos hídricos. Pero, además, sostiene la vida de otras especies, el equilibrio de nuestro planeta, prestando servicios ecosistémicos que aunque hoy reconocemos indispensables, no terminamos de comprender y de valorar.

La diversidad y relevancia de los usos y roles de este recurso vital nos han hecho entrar a menudo en tensión. De acuerdo al Atlas de Conflictos Socio Ambientales, Chile se encuentra dentro de los cinco primeros lugares en el mundo en este tipo de situaciones en relación a su población, siendo muchas de ellas disputas en torno al agua. Mejorar nuestra capacidad colectiva de organizar, llegar a acuerdo, y definir cómo gestionar los recursos hídricos es clave para su sostenibilidad y mejorar la calidad de nuestra convivencia.

En la elaboración de esta agenda hemos prestado atención a estas diversas dimensiones del tema, de modo que los esfuerzos que despleguemos en investigación, desarrollo e innovación estén guiados por una mirada integral acorde a su complejidad y profundidad.

Nuestro trabajo se guió por la visión de un Chile con conocimiento, desarrollo tecnológico y capacidades de gestión para la seguridad y disponibilidad de recursos hídricos para el consumo humano, el desarrollo productivo y la preservación de los ecosistemas. Y de esta forma, aportar al mundo desde una posición de liderazgo en materia de I+D+i en recursos hídricos.

Con este fin, la propuesta sigue tres objetivos estratégicos.

El primero es generar información y conocimiento de base. Por ejemplo, necesitamos comprender cómo se manifiestan nuestros procesos hidrológicos, cómo se vinculan con los ecosistemas o con las condiciones meteorológicas, para así tomar mejores decisiones.

Desarrollar y aplicar tecnologías es un segundo objetivo. Las necesitamos para aumentar la oferta y disponibilidad de los recursos hídricos. Ser más eficientes, ampliar las fuentes de agua, o evitar pérdidas, son posibilidades que nos ofrece el desarrollo tecnológico y que no podemos ignorar, ya sea mediante la difusión y transferencia de tecnologías existentes, como a partir de investigación original.

Y un tercer objetivo es generar I+D+i para una gestión integrada de los recursos hídricos. El agua requiere ser gestionada de manera integral en los territorios. Ello involucra desafíos técnicos, pero también, y sobre todo, de relaciones de cooperación y resolución de controversias entre actores y habitantes. Cada cuenca tiene particularidades, no solo físicas, sino también de relacionamiento de sus comunidades con los recursos hídricos que forman parte de su hábitat, fenómeno imprescindible de considerar al momento de avanzar hacia una cultura sostenible del agua.

De estos objetivos se desprenden cuatro propuestas de acciones que generan condiciones transversales para sustentar la I+D+i en general, y en particular las áreas que aquí se recomiendan.

En primer lugar, proponemos incrementar nuestras capacidades de investigación en la materia, particularmente de recursos humanos avanzados, convocando a todas las disciplinas vinculadas al tema. Pero también buscando una equilibrada distribución en nuestras regiones, respondiendo a las urgencias –como las de la zona norte- y singularidades de cada una.

Un segundo aspecto fundamental, es resolver las fallas de generación e integración de información que son base tanto para la gestión como para la investigación.  Integrar plataformas y esfuerzos de recolección por parte de los distintos usuarios del agua, ampliar variables y fuentes de información, sofisticar las técnicas de levantamiento y procesamiento de datos, son tareas que no pueden esperar más.

Al mismo tiempo, se hace necesario un soporte institucional que acompañe la materialización de este agenda, que mantenga activo el proceso de reflexión, orientación y acompañamiento de las iniciativas propuestas y de las que surjan en la implementación de esta agenda.

Por último, y no menos importante, nos parece fundamental fomentar una verdadera cultura del agua. La comprensión de su valor y la instalación de prácticas de preservación en los distintos actores de nuestra sociedad es clave.

Y aprovecharé este último punto para decir–con satisfacción- que esta agenda ya ha empezado a tomar forma.  El tema del agua será potenciado en el programa Siembra CTI –que es una tarea emanada de la Comisión Ciencia para el Desarrollo-,, que hemos impulsado desde el Consejo en conjunto con Explora de Conicyt, el Ministerio de Educación y la CORFO, para robustecer el protagonismo de la ciencia, la tecnología y la innovación en el corazón de las escuelas.

Producto de la misma dinámica y compromiso de los comisionados, ya tenemos en marcha una red de  cerca de 30 centros y grupos de investigación que tocan desde distintas perspectivas los retos asociados a los recursos hídricos, a lo largo de todo el país.

Más aún, ya contamos con un nuevo espacio de coordinación del sector público, de modo que desde el Estado exista una voz común para sostener el diálogo con la investigación y que además, organice el establecimiento de prioridades para la asignación de los recursos con que se financia la I+D+i. Esta coordinación es encabezada por la Dirección General de Aguas, y cuenta con la participación de CONICYT, CORFO, la Iniciativa Científica Milenio y la Fundación para la Innovación Agraria, amén del CNID.

Pero no nos quedamos tranquilos con esto. Las agendas deben cobrar vida. Por ello comenzaremos una serie de encuentros de coordinación por macrozonas del país, con la participación del mundo público y el privado, el científico y el productivo. El primero ya fue convocado con el apoyo del Intendente de la región de Coquimbo y se efectuará la tercera semana de enero.

Solo me resta agradecer nuevamente el esfuerzo de las más de 200 personas que contribuyeron en distintas instancias a realizar este trabajo. Desde luego a los miembros de la comisión, que dedicaron muchas horas y energía con gran desprendimiento, y también al personal de la Secretaría del CNID. Pero, quiero destacar especialmente a dos personas. A Margarita D’Etigny, Vicepresidenta del Consejo de Innovación para el Desarrollo, quien fue fundamental para guiar este trabajo y a Xaviera de la Vega, profesional del CNID que actuó como Secretaria Ejecutiva de la Comisión y que sin su compromiso este trabajo no hubiera sido posible.

Como Consejo estamos dispuestos y entusiasmados por seguir cuidando estos espacios, para que las grandes conversaciones que el país necesita puedan albergarse y propagarse.

Muchas Gracias