20 de marzo, 2018
Cultura CTI en edición dominical de El Mercurio
Domingo 18 de marzo de 2018: El programa invita a investigadores y docentes a trabajar codo a codo para generar experiencias que permitan a los alumnos aprender sobre ciencia, tecnología e innovación de manera más lúdica. El objetivo final es potenciar la divulgación científica y el aprendizaje en primera persona.
Cultura CTI se incorpora a Servicios Locales de Educación Pública:
Crece iniciativa que fomenta las alianzas entre científicos y profesores de aula
M. Cordano
Educación
El Mercurio
El programa invita a investigadores y docentes a trabajar codo a codo para generar experiencias que permitan a los alumnos aprender sobre ciencia, tecnología e innovación de manera más lúdica. El objetivo final es potenciar la divulgación científica y el aprendizaje en primera persona.
Antes de aprender a usar un microscopio, Joaquín Uribe suponía que los cerebros de distintos animales eran todos iguales. «Pensaba que funcionaban de la misma manera; que tenían la misma forma y tamaño. Pero me demostraron lo contrario», dice.
El cambio en las ideas de Joaquín ocurrió cuando un equipo de científicos llegó a enseñarles a los alumnos de la Escuela José Agustín Alfaro (Coquimbo) a utilizar un microscopio digital: esa tarde, junto a sus compañeros de 5° básico, pudo observar rocas, microbios y tejido animal bajo una nueva perspectiva.
La experiencia forma parte de Cultura CTI, propuesta que implementan Conicyt y el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo. Se trata de una plataforma donde investigadores ponen a disposición de los profesores proyectos de divulgación relacionados con sus disciplinas.
«Tenemos científicos que generan propuestas para encantar con las ciencias, pero que no saben implementarlas en el contexto escolar. Y tenemos profesores que saben cómo llegar a los niños e insertar estas iniciativas en el currículum, pero que no están todo lo actualizados que requiere la formación hoy», comenta Katherine Villarroel, secretaria ejecutiva del CNID.
«Así, se hizo obvia la necesidad de generar una nueva dinámica para que trabajaran juntos, pero de una manera inédita que los reuniera para que pudieran diseñar y ejecutar en conjunto propuestas científicas. Ya no como una visita aislada del investigador a la sala de clases, sino como una participación incorporada formalmente en el currículum y alineada con él», agrega.
Entre 2016 y 2017 se desarrolló el piloto de la iniciativa, lo que llevó a que 5 mil niños aprendieran creando ecopiletas para entender mejor de animales y plantas acuáticas, captando datos de sus comunidades para combatir el cambio climático o experimentando dentro de un laboratorio móvil que funciona al interior de un bus, entre otras propuestas. Todas estas nacieron tras reuniones previas entre los científicos -de laboratorios, centros de investigación o universidades- y los profesores de cada colegio, quienes juntos escogieron y adaptaron las iniciativas según su contexto.
En 7° básico, Samuel Asenjo aprendió sobre señales electrónicas del cuerpo gracias a las actividades prácticas que cocrearon sus profesores y los investigadores de Backyard Brains. «Le sacamos la pata a una cucaracha, la conectamos a un potenciador y pudimos ver la respuesta eléctrica que producía. Cuando lo conectamos a frecuencias bajas, la pata se movía», comenta el estudiante de la Escuela Rural Crucero de Río Bueno.
Tras seguir a niños de entre 1° básico y 4° medio que habían participado en el programa, se vio que «sus actitudes hacia la ciencia y la tecnología, en lugar de decrecer, tienden a mantenerse en el tiempo. Lo anterior, considerando que el ciclo natural de las actitudes hacia la ciencia, tecnología e innovación se caracteriza por decrecer a lo largo del año académico», comenta Christian Nicolai, director ejecutivo de Conicyt.
Los buenos resultados hicieron que este año Cultura CTI comenzara a integrar el sistema formal de educación como parte de la Nueva Educación Pública, estando disponible en el servicio de Barrancas (Pudahuel, Lo Prado y Cerro Navia), además de Puerto Cordillera (Coquimbo y Andacollo). A partir de julio, funcionará en los establecimientos de las zonas de Costa Araucanía y Huasco.
«Trabajamos muy aislados habitualmente. Entonces tener el apoyo de científicos ha marcado y ha sido un precedente para otras iniciativas», indica Iscela Maureira, profesora de la Escuela José Agustín Alfaro. «El traspasar todo esto desde la academia, que no quede entre cuatro paredes de un laboratorio, que empiece a permear en los más chicos y no en una élite que es la que está acostumbrada a recibirlo todo, es súper gratificante para nosotros», agrega Javier Vera, parte del laboratorio de prototipado digital Fablab UC.
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