La capacidad de los chilenos de resistir los desastres como monos porfiados es motivo de investigaciones y se ha comentado en todo el mundo, desde Europa a Japón. Acá, son varios los líderes que proponen hacer de la resiliencia nacional una «marca país» para desarrollar e incluso exportar.
Tres veces se ha desintegrado la casa de Juana Badilla y Luis Becerra en Pumanque. Fueron dos terremotos (1985 y 2010) y el incendio nefasto de febrero pasado. Entre cansados y resignados, dicen que fue la mala suerte, que Dios lo quiso así, y ahí están por tercera vez reconstruyendo su vivienda. Para ellos, enfrentar la adversidad y volver a levantarse es parte de la vida; para los que observan desde más lejos, es una muestra asombrosa de resiliencia.
Resiliencia es más que un concepto de moda y es más que la forma académica para hablar de tenacidad. Gonzalo Rivas, presidente del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo, explica que la palabra «se aplicó mucho desde la psicología a niños que pasaron traumas en campos de concentración. ¿Qué hace que una persona sea capaz de superar una adversidad tan grande como esa? En Chile es una condición histórica. El país es capaz de resistir un desastre natural de manera extraordinaria y además se ha preparado para enfrentarlos. El caso de los terremotos es el ejemplo más claro. La legislación chilena en materia de construcción ha ido mejorando los estándares con cada uno de ellos. Tenemos esta cultura integrada en ingeniería, obras públicas y vivienda. Lo notable es que en esto Chile es reconocido mundialmente».
Se puede hablar de resiliencia en el rescate de los mineros de Atacama, en la estabilidad del sistema financiero ante alguna crisis, en los fracasos deportivos, en aluviones, incendios, erupciones, inundaciones, sequías y cuanta catástrofe se pueda mencionar. Humberto Marín, doctor en Psicología Social y director en el Centro de Intervención en Trauma, Estrés y Desastres, explica que el concepto viene de la física de los metales y lo compara con un resorte: «Si uno lo estira, vuelve a su estado previo. Si uno lo comprime, también vuelve a su estado previo. La resiliencia se entiende en sencillo como la capacidad que tiene un sistema para no solamente superar una situación adversa, sino salir fortalecido de ella».
Gonzalo Rivas está seguro de algo: Chile puede hacer de la resiliencia una marca propia y, por qué no, situarse como líder mundial. Menciona, por ejemplo, que en Auckland, Nueva Zelandia, la empresa que construye el edificio más alto de la ciudad está trabajando con una firma de ingeniería chilena. «La contrataron porque tiene una innovación: estos difusores sísmicos que fueron adaptados para resistir el problema que tiene Auckland, que son vientos huracanados muy grandes. Chile hoy exporta ingeniería y arquitectura antisísmica y contra grandes vientos», comenta Rivas, y cuenta que una vez un embajador que había estado en China le dijo que lo que más le preguntaban los chinos era cómo lo hace Chile para enfrentar los terremotos. «¿Por qué no se plantea Chile la meta de ser el país más resiliente ante todo tipo de desastres naturales y que esa sea una de nuestras principales industrias de exportación?», se pregunta.
La capital se para rápido
El Estado ya echó a andar un plan que incorporó a Santiago en una iniciativa de la Fundación Rockefeller que se llama 100 Ciudades Resilientes. Consiste en crear, a través de nuevas estrategias, un lugar más humano que esté preparado para enfrentar desastres naturales eventualmente más catastróficos, producto del cambio climático. Los ejes para esta mejor calidad de vida son seis: movilidad, seguridad, equidad social, medio ambiente, gestión de riesgo y desarrollo y competitividad. En el plan participan instituciones públicas y privadas, desde la intendencia hasta ONGs.
Gabriela Elgueta, directora ejecutiva de Resiliencia para Santiago, ha dicho que buscarán trabajar en un piloto con el Banco Mundial para tener la ciudad asegurada contra ciertos desastres, aunque el énfasis lo pone en acortar las brechas, para enfrentar los desastres y poder aprender de ellos. ¿Qué se logra con eso? Por ejemplo, si la tendencia del cambio climático es que las lluvias sean menos, pero más intensas, una infraestructura resiliente debería servir para enfrentar ese fenómeno. El Santiago Humano y Resiliente es distinto a la capacidad de reaccionar solidariamente ante una catástrofe. El programa apunta a la gobernanza, a la articulación de los organismos que intervienen en un corte masivo de agua, en una ola de calor o cuando colapsan los sistemas de transporte.
Para que eso ocurra, se debe pensar resilientemente. Gonzalo Rivas plantea que si sabemos que estamos enfrentados permanentemente a desastres de magnitud y que tendremos que empezar la vida de nuevo, «¿por qué vamos a seguir reconstruyendo viviendas de emergencia y no de altos estándares?». Lo mismo podría ocurrir con los aluviones, porque sabemos que subirá la isoterma, o también podría ocurrir con la fibra óptica en Chile. «Los dos puntos de entrada vienen por Valparaíso. Hay un desastre ahí y te fuiste a negro. Tienes que pensar todo en función de ser resiliente», insiste Rivas y pone un ejemplo: «En el MIT (Massachusetts Institute of Technology) hubo un concurso: cómo logro mantener en 48 horas a la gente comunicada, a pesar de la caída de todas las redes. Un proyecto logró mantener comunicada a toda la gente por 72 horas. Tiraron drones».
Bomberos a prueba de todo
Un área impensada para observar resiliencia podría ser entre los bomberos. El investigador Humberto Marín pudo hacerlo en el verano, cuando los incendios forestales arrasaron Santa Olga, y presentó el estudio hace dos semanas en Dinamarca. «Tuvimos la suerte de tener una muestra antes y después. El incendio no afectó significativamente a los bomberos. Al parecer, justamente el hecho de que los bomberos sean voluntarios, sería un factor protector sobre enfermedades; es decir, un factor que potencia la resiliencia», explica Marín.
La BBC inglesa y en otros medios europeos destacaron la resiliencia chilena en sus titulares. Gonzalo Rivas aporta que un informe de la Unión Europea sobre los incendios de febrero en Chile estableció que un evento de la misma magnitud en Europa habría sido un desastre. «Entonces, vinieron a Chile a ver cómo habían logrado combatir el fuego teniendo 12 muertos, muchos menos que los 64 de Portugal este mes», cuenta.
Marín cree que se ha avanzado bastante desde el terremoto del 2010 y que sí se puede llegar a «exportar» resiliencia. «Cuando conozcamos los factores que favorecen o dificultan la expresión de resiliencia en los seres humanos, ante eventos potencialmente traumáticos, vamos a poder desarrollar sistemas para fomentarlos. Sin ir más lejos, hay un proyecto que coordino entre el gobierno de Chile y Japón para incorporar las mejores prácticas de ambos países en un modelo de protección mental chileno adaptado de la realidad japonesa».
«En Chile, la resiliencia es una condición histórica. El país es capaz de resistir un desastre natural de manera extraordinaria y además se ha preparado para enfrentarlos», dice el presidente del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo, Gonzalo Rivas.